sábado, 19 de abril de 2008

Yo no me frustro



He dormido unas cuatro horas antes de levantarme para el examen.


Llego con los ojos bien abiertos pero de igual manera un tanto cansada.


Me siento.


Siempre hay los que se acercan a preguntarme cuánto he estudiado, que si estoy entendiendo todo en la clase, mis expectativas con respecto a la nota... Como si una fuera pitonisa de su propio destino.


"Lo normal, sí, no sé", respondo, respectivamente. No he dormido bien y, por más de que igual sonrío, esa es mi manera amable de decir ¿qué te importa, huevonaso? ¿Qué obtienes al compararte conmigo: medirte e intentar ganarme? ¿O acaso me vas a venir a ayudar si es que te digo que estoy más perdida que huevo frito en ceviche?. Tan típico de la gente de esta universidad, tan típico...


Luego pierdo la vista en cualquier punto del aula para así ahuyentar un poco a esta clase de zumbidos que hastían y karmean (como dicen las chicas fashion de hoy) antes de rendir una prueba.


Entonces me concentro para tratar,

una vez más,

de deformar el espacio-tiempo desde mi propia conciencia,

y así poder saltearme esos minutos/décadas

que hacen falta vivir para poder comenzar,

aunque nunca me ligue

(a veces pienso que tal vez sería más probable que me resulte rezando).


Mejor la próxima salgo de mi casa más tarde para llegar al tiempo justo, y mientras estoy pensando en eso la señorita reparte las hojas de la calificada.


Leo rápidamente la totalidad de la prueba.


Sí, entiendo todo y sé cómo hacerlo, pero...


... asu...


¡Qué flojera!


Entonces flasheo de nuevo y el mundo se revela ante mí, porque me percato de la infinita gama de posibilidades que todos los seres humanos tenemos en todos los momentos; de lo sensible que es el curso de los acontecimientos al curso de los acontecimientos mismo; del efecto mariposa y lo acertado que este me resulta y de lo poco que se cuestiona el 99% de personas de esta misma aula, y este mismo piso, y este mismo pabellón, y esta misma universidad, y... Bueno, para qué seguir.


En una fracción de segundo, ya se me cruzó por la mente las tantas cosas que podría yo hacer con este pedazo de papel...


Como por ejemplo:

- Poner mi nombre, escribir "profe, hoy tengo flojera" e irme.
- Irme simplemente.
- Escribir el nombre del que está sentado a mi costado y resolver todo bien.
- Escribir el nombre del que está sentado a mi costado y resolver todo mal.
- Escribir el nombre del profesor y resolver todo bien.
- Escribir el nombre del profesor y resolver todo mal.
- Hacer un avioncito y lanzarlo hacia la señorita.
- Argumentar claramente los motivos por los cuales me parece que, si igual me voy a morir, puedo tranquilamente prescindir de este curso.
- Argumentar claramente por qué deberíamos legalizar el aborto y la cocaína en el Perú.
- Repetir mi ensayo final de Filosofía de cuando llevé ese curso hace un año.
- Responder a las preguntas escribiendo los números con letras.
- No hallar los resultados numéricos exactos, pero sí detallar una explicación de cómo resolver cada ejercicio y la lógica empleada.
- Rellenar todo, pero escrito en hebreo.
- Rellenar todo simplemente.


Nunca sé bien qué hacer.
Y esto es lo que más me cuesta en las pruebas. Normalmente le dedico unos dos minutos a determinarlo/me. Pero en realidad nunca se sabe.


Conmigo nunca se sabe, ni yo.




1 comentario:

varguitass dijo...

cuándo soy el primero en terminar el examen sé que: o me fue muy bien o me fue muy, pero muy, mal

(casi siempre es lo segundo)

una vez escribí algo parecido a un cuento en la hoja de examen y se la di a la profe (era de Criminología) y, luego de llamarme a su oficina y entregarme el examen, me dijo "escribes bien pero piensa si quieres estudiar Derecho y no pierdas el tiempo"

felizmente nunca es tarde y ando en buen camino

veremos qué dicen los nuevos exámenes ps

ya veremos...

beso




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