viernes, 7 de marzo de 2008

Así termina



El verdadero suicida no lo comenta con nadie.


Quien comprende que luego de la muerte ya nada hay que lo ate a uno a este mundo, entenderá también que es completamente inútil esparcir semejante decisión: estar vivos a través del recuerdo que dejamos en los demás ya no implica sentimientos, conciencia ni sensación.


Entonces lo sabes.


Miras un rato a través de la ventana. Las cosas pierden proporción y la perspectiva no es real. No es que los cuerpos sean tridimensionales, es que ahí está el concepto de lo que está lejos y lo que está cerca. El cerebro es plano y el tiempo lo ideamos para ordenarnos.


Bajas a la cocina y bebes algo. Ni siquiera los sabores existen, simplemente nos enseñan a inventarlos. Todo a tu alrededor pertenece a un equilibrio impuesto. Te das cuenta de que sin lenguaje no existiría abstracción y sin abstracción nunca hubieses optado por lo que estás a punto de hacer (te).


Da lo mismo si es cliché o no, porque eliges el baño. Cuestiones prácticas, piensas en los demás hasta el último minuto y sin embargo nadie te importa. Simplemente, es más sencillo limpiar el desorden y remover lo rojo de las mayólicas que del parquet.


Entonces la existencia se vuelve radical. Radical por venir de la raíz, ya que todo es un solo y gran inconveniente. Por eso lo haces, porque la vida es semejante a un sistema binario. No hay gris que valga: se es o no.


El problema está precisamente en que estás pensando acerca del problema. La misma conciencia es la que nos condena a muerte, pues es insoportable la sensación una vez que entiendes que esta de nada sirve.


El proceso es interno y ojalá la ignorancia fuese más infinita aún. Ojalá el australopiteco no hubiese evolucionado, ojalá el homo sapiens jamás hubiese razonado, ojalá nadie hubiese escrito un libro nunca, ojalá no fuese tan triste la realidad.


El bisturí corre ligero sobre la piel fresca. Ya has leído lo suficiente y sabes que aquí da lo mismo estar o no estar. Sabes que te llorarán en el entierro, sabes que la luz está encendida y sabes muchas y pocas cosas más. Todo es irrelevante.


Lo único que no es irrelevante es lo que nadie más que tú sabe. Y eso consiste en comprender que el 1 del sistema binario no es esto que concebimos como vida, sino todo lo contrario. Cuando la primera gota de sangre cae al lavabo, sientes la paz de salir del 0 que tanto te acechaba.


Ahí va, señor suicida, dejando pequeña a la velocidad de la luz, pues en un instante ya se ha trepado a la unidad.


Al todo.

domingo, 2 de marzo de 2008

Lindo, lindo, lindo







Aaaaaaaahhhhhhh...



Que me parta un rayo,

que me parta...


Si es que los cielos de Lima NO son geniales.

(Esto ya parece Fotolog.)
(Ciao.)