miércoles, 16 de abril de 2008

Amor platónico










[ATENCIÓN: Este es un post sumamente cursi que ni siquiera vale la pena leer.]

[Guerra avisada, no mata gente.]


...


Estoy enamorada de mi profesor.


Es tan feo... Y tan genio.


Lo conozco desde hace un tiempo. Me enseñó el curso I y ahora me enseña el II.


Yo me siento siempre en la primera fila y al medio. No por estudiosa, sino porque literalmente no veo de lejos y, si me pongo atrás, no alcanzo a copiar de la pizarra. Y sentarse en la primera fila es prestar, inevitablemente, más atención. Y prestar atención es, a la larga, intervenir muchísimo más...


Así nos conocimos.



Cuando el horario era en la mañanita...


Todos los de atrás de la clase dormían y los de las primeras filas prendían el piloto automático y copiaban mecánicamente. Muchas veces yo andaba en las mismas, pero muchas otras también, sí prestaba atención. Y participaba y respondía a tus preguntas y tú te emocionabas porque en la mayoría acertaba. Lentamente me iba dando cuenta de lo brillante que eres; lentamente te ibas dando cuenta de que yo nunca hablo por hablar.


Siempre hacías bromas en las clases. Y es cierto, sí, que cuando me concentro pongo cara chistosa: algo cercano a fruncir el ceño y mirar fijamente. Entonces tú formulabas una de tus preguntas interesantes para que nosotros, alumnos, reflexionemos (sí, aunque este curso sea economía pura de cabo a rabo e implique sus respectivas matemáticas dificilísimas). Y en mi proceso reflectivo tratabas de imitar mi cara seria/concentrada/embarazosa, mirándome, y yo me ponía muy roja las primeras veces, porque luego me acostumbré.


Ya te sabías mi nombre y siempre que conversabas, antes de empezar la clase, con los que llegábamos temprano, me preguntabas que cómo estaba y demás.


Hasta ese punto no me había dado cuenta de lo mucho que te admiraba. Hasta casi jalo el curso I.


Pero luego todo cambió.


Ahora que el horario es de nochecita...


Llegué toda feliz y campante a la primera clase del curso II, pensando en:

- Que ya me conocías.
- Que todas mis amigas decían que me adorabas.
- Que siempre me habías tomado en cuenta en la clase.
- Que te sabías mi nombre.


Llegué feliz a la primera fila. Mínimo esperaba un: "Hola, K".


Pero nada dijiste y así me partiste el corazón.


Pensé momentáneamente que tal vez estabas con la cabeza en otro lado, que era cuestión de empezar la clase... Pero el tiempo pasaba y no había progreso alguno.


No me mencionaste por sesiones enteras, evitabas ver el lugar donde yo estaba sentada, ignorabas mis respuestas a tus preguntas y ya no me mirabas a los ojos para explicar la teoría. Con las justas dijiste "K" sutilmente al final de la hora cuando pasaste lista, y hasta te volviste a reconocerme a lo lejos en una fracción de segundo para confirmar mi asistencia (como si en todo ese tiempo no te hubieses percatado de que yo estaba ahí, sentada en la primera fila).


Así que yo, golpeada, dejé de mirarte atentamente, de sonreirte en tus chistes hacia los demás, de responder a tus preguntas reflexivas. Me las di de altanera un par de clases y parece que así te diste cuenta...


Porque hace unos días, llegaba yo volando de mi otro curso, algo agitada por la carga académica de mis lunes, y tú estabas parado en la puerta charlando con mis demás amigos/as. Y yo pasé al lado y apurada para agarrar el típico asiento, pero aún así te vi y vi que tu me viste y me seguiste con los ojos y cuando estuve más cerca -pero igual lejos de ti-, modulaste un casi insonoro: "Hola, K".


Ese "Hola, K" que venía yo esperando desde el primer día.

Atiné a simplemente sonreirte y seguir de largo, igual de altanera e igual de orgullosa. Porque que a mí me paguen con indiferencia, lo considero un ultraje al arma letal que me caracteriza y eso, tan sencillamente, no lo perdono.


Pero luego de eso volviste a hacerme el habla; a considerarme, a mirarme fijamente; a imitar mi cara de concentración; a aprovechar los minutos antes de empezar para sentarte exactamente frente a mí sobre la carpeta del profesor y balancear las piernas mientras me dices que me notas preocupada, o atareada, o asustada; a advertirme al inicio: "Hace tiempo que no te molesto, K. Vamos a molestarte hoy"; a escuchar mis respuestas y a señalarme con tu tiza cuando atino y a repetirlo con tu voz alta y dulce para que todos escuchen: "Como dice K, bla bla bla...". A hacerme babear, aunque me dobles la edad.


Este crush sí que es severo.


Los profes siempre me enamoran, pero nunca tanto.







5 comentarios:

Pollo especialista dijo...

no me parece cursi tu relato, está muy bien realizado...suerte con el profe (aunque sea en sueños)

diego dijo...

¡k es chancona!
¡k es chancona!

JRodriguezD dijo...

El relato no es cursi, pero, pucha, ten cuidado con el profe ah.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
noseasloco dijo...

al fin comienza la vidaaaaaaaaaaaa!!! jajaja!!