viernes, 2 de setiembre de 2011

Lalala, el amante








Por primera vez vi el amor en tus ojos. Y no era para mí.








Tus movimientos ahora son intencionados, cada paso que das tiene un motivo y también cuando giras la cabeza a mirar a lo lejos lo haces con un propósito. Tus ojos la buscan en la multitud y sientes que podrías reconocer su silueta, sus cabellos desordenados y su menudez en donde sea. Puedo leer en tu cuerpo el compromiso; ahora me parece como si permanecieras vencido, atado a esas pesadas cadenas que son tus propios sentimientos.








Me partió el alma, pero la verdad es que te le acercaste con cariño. Extendiste la palma hacia su espalda. Ella ni siquiera se dignó a cerrar los ojos para sentir tus dedos curtidos por las cuerdas de la guitarra, tus nudillos firmes haciendo recorrer tu mano por sus homóplatos. Tampoco te miró con devoción cuando estabas en el escenario y hasta se atrevió a salir a fumar cuando le dedicaste la canción acústica.








La besaste en la frente, ¡maldita sea! La besaste en la frente y luego en la boca. En un gesto de cariño, de protección, de eterna ternura, de respeto, de redención... La besaste en la frente y en la boca. Y siempre la envidiaré por eso. Porque a mí nunca me besaste en la frente, ni estiraste tu mano hasta encontrar mis huesos de la espalda. Ni tuviste ganas de cuidarme, ni de respetarme. Y creo que es por esa indiferencia que antes tenías que hasta el día de hoy me duele.








A mí solamente me miras. Las lagunas negras que coronan el eje de tus ojos se clavan en las mías, sé que te gusta la forma almendrada de mi mirada. Si hacemos contacto visual nos entendemos, recordamos que siempre nos hemos amado, nos revolcamos brevemente en la calidez de saber que no estamos solos, que somos dos. Sólo necesito que nos miremos para darme cuenta, para que te des cuenta de lo obvio. Porque es obvio que nuestros túneles fluyen a la misma altura, en la misma dimensión. Y eso no lo había descubierto con nadie, no así, ¡bah!








¿Por qué lo echaste a perder?








Nuestro amor ya sólo vive a través de nuestras visiones que se cruzan, solamente ahí nos encontramos. ¿Será por eso que evitas tanto mi mirada? Si a mí me gusta que te claves en mí, que enganches tu vida en la mía, que nos fusionemos por un instante... Aunque nos separen varios metros, varios años, varias circunstancias.








Yo sé que aún sientes algo y lo tapas con un dedo. Quizá tengas miedo, o tal vez sabes que ya estoy lejos de tu alcance. Igual siempre será cierto que yo nunca me había enamorado como me pasó contigo.








Aunque me de vergüenza, tengo que admitirlo: nunca sentí como sentí contigo.