domingo, 11 de octubre de 2009

Yo creo...



Yo creo en un Dios no idealizado.



No creo en el Dios al que le rezamos mirando al cielo,



ni por el cual nos persignamos o flagelamos,



ni al que le tememos y siempre debemos algo,



ese que está en las Iglesias, Mezquitas o Sinagogas,



cuyo favor debemos ganarnos con sacrificios y buenas acciones.



No creo en el Dios que puede dibujarse o materializarse, ese de las estampitas.







Yo creo que Dios soy yo,


eres tú,


es lo que siento en este momento,


la conversación que tuve ayer,


todos juntos en el parque,


la piel de gallina cuando mi mami escucha la canción que le enternece,


el ruido de los autos por mi ventana,


la comida, los tatuajes y hoy en día los televisores,


el tintineo del reloj que desenchufaron y enchufaron




y las pasiones de los amantes.




Así de amplio.


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Dios como la Unidad, el Todo, lo opuesto a la nada.


Suerte al que lo entienda.



(creo)




jueves, 8 de octubre de 2009

Funeral


Tal vez se lea tétrico o me crean algo necrófila, pero varias veces –aún en vida- me imaginé cómo sería mi entierro.


No sé si la gente visualice –igual que yo- este tipo de situaciones, pero a mí siempre me causó cierto placer imaginármelo. Seguramente pensarán que soy mala, egoísta e insensible pero, y les ruego se pongan la mano en el corazón, ¿a quién no le gusta sentirse querido? Y qué mejor que verse amado por todos en situaciones de vida o muerte.


Una a una, voy repasando las personas que asisten, el rabino que oficia, la blusa rasgada que lleva puesta mi madre. Puedo reconocer a los que lloran porque este es un entierro más y la pena es background para todos; a los que lloran porque de verdad lo sienten; a los que no lloran porque todavía no lo han procesado; a los que ya se volvieron locos de la desesperación (estas deben ser D., N., mi mami, B.ita, G., etc.). Miro sus caras de llanto, las narices rojas, las mejillas irritadas, percibo los dolores de cabeza. Cuánto sufrimiento, tan jovencita yo.


La pena es tan grande que hasta a mí me da pena estar muerta, y no por mí misma, sino por el mar de lágrimas que me tienen de ofrenda. Siempre que imagino mi entierro termino con una congoja grande en el corazón, pues me duele que a ellos les duela mi ausencia, cuando en general yo toda la vida me he sentido con un pie en la Tierra, el otro fuera del espacio-tiempo y mis partes privadas jodidas y enlimbadas.


Es egoísta imaginármelo, sí, pero repito, es una manera de convencerme de que la gente sí me quiere, pues muchas veces lo dudo. Además, no soy la única que no pensó en los demás, pues también es egoísta llorar por la muerte de una persona, considerando que nada asegura que lo que le espera al difunto sea algo mejor o peor; es obvio que cuando lloramos (sí, yo también lo hago) por la muerte de un ser querido, es nada más que por su ausencia, la cual nos afecta directamente a nosotros.


Let the show begin.